Las gafas de ver la vida

Tres semanas de prácticas en un Colegio de Educación Especial dan para desmontar muchos mitos.

Por eso hoy voy a ser claro.
Hoy voy a escribir dejando a un lado la diplomacia. Voy a llamar a las cosas por su nombre. Porque los niños y niñas del cole, padres, madres, familiares y profesionales (docentes, asistentes, fisioterapeutas, profesores de pedagogía terapéutica, enfermeros, logopedas, administrativos...) lo merecen. Porque ellos son los que, en definitiva se dejan el alma día a día en la escuela.
Yo sólo estaré de paso unos días en esa batalla infinita. Tan dura a veces y tan gratificante otras. Al final de las prácticas me habrán dejado llevarme a casa una experiencia que me ha formado enormemente no sólo como profesional, sino principalmente como persona; y la única forma que encuentro de agradecérselo es escribiendo sobre ellos.
Por eso espero que, como yo, algún día puedas comprobar lo maravilloso que es trabajar en Educación Especial.
Espero hacerte entender que ellos hacen por nosotros, muchísimo más que nosotros por ellos.
Espero que estas líneas no te pasen desapercibidas. De ellas puedes sacar una lectura positiva, o negativa.
Espero que tú saques la positiva. 


Llegar al colegio sin conocer el trabajo en Educación Especial es un golpe de frente contra la cruda realidad. Y como cualquier hostia bien dada, esconde la oportunidad de acabarte curtiendo. Te permite, si quieres, hacer un resumen de todo lo vivido y extraer la lección más bonita que puedas guardar en tu memoria.

Cada día de prácticas me ha hecho ser más intransigente con la falta de humanidad. Me ha enseñado a ser respetuoso. Y no, "señor" Nart, no. Los niños con síndrome de Down no son subnormales 1 y como político debería conocer la importancia del lenguaje. Como familiar me asombra enormemente su falta de respeto hacia algo tan personal.

Por ello no perderé ni una línea más de este texto en alguien como usted. Sigamos:

Un colegio de Educación Especial debería ser lugar de paso obligatorio antes de terminar la carrera.
Te convierte desde el primer momento en un firme defensor de la Igualdad. Pero no esa Igualdad abstracta y llena de ambigüedades. No.
No esa que queda muy bien cuando celebras en las redes sociales el Día Mundial del Síndrome de Down, pero luego piensas que es una enfermedad o que están "malitos".
Creo en la igualdad, sí. Pero en la de verdad, la de oportunidades.

Te enseña a escuchar. No sólo a los fisioterapeutas, sino a todo aquel que tiene algo que decir. Escuchar todo y a todos, en modo esponja. Y escucharlo bien.
Oír, ver y callar, que dicen. Siempre he sido de los que piensan que escuchando es como más se aprende. Y aprender es clave para el futuro, pero sobre todo para lo que más me preocupa (principalmente porque llega antes) -el presente.

También te ayuda a saber cómo empatizar con las familias, a respetar, a valorar las diferentes formas que existen de afrontar los primeros años de vida de un niño con necesidades especiales.
Ahí también los fisioterapeutas tenemos algo que decir. Como apoyo, como un estímulo desde dentro del colegio que guíe en la dirección que como profesionales de la salud creemos adecuada para el niño. Desde la manera de enfocar el trabajo en casa - fuera del horario lectivo - o la propuesta de ayudas técnicas que permitan mejorar su calidad de vida.
Eso sí, sin pretender dar lecciones que no se pueden aprender. Porque nadie nos prepara para una situación así en la vida y, queridos... cada uno lo afronta como sabe. O como puede.



Un colegio de Educación Especial también te enseña, por si no lo sabías ya o a ningún profesor se le había ocurrido contártelo en la carrera, que se acabaron los casos clínicos de manual. Tu método favorito no va a encajar con el paciente y un pequeñajo de cuatro años te desmontará en media hora no sé cuántos créditos de teoría y listas interminables de técnicas.
No puedes permitirte ser cerrado de mente. Tienes que quitarte las gafas de los apuntes, de las "indicaciones para la técnica tal..." y ver un poquito más allá.
O lo que es lo mismo, ponerte las gafas de ver la vida. Convirtiendo el trabajo en una necesidad irremediable de exprimirte más allá de 9 a 15. Llevar mil cosas pensadas de casa y que nada funcione ese día. Y volver a tener que pensar incluyendo la rama educativa en la actuación fisioterapéutica: porque un día te tocará hacer un teatro con guiñoles, o simplemente lo más adecuado para mañana sea pasar una hora jugando en la piscina.

Qué más puedo decirte de estas tres semanas de prácticas. Hago lo que me gusta. Porque allí, como en todas partes supongo, pero allí especialmente "no eres sólo lo que tú sabes, sino lo que tú eres". Y por que si no, seguramente estaría haciendo otra cosa.

4 comentarios:

  1. El conocimiento de la discapacidad repercute en nuestro propio conocimiento y amolía nuestra humanidad.
    Tanto desde el punto de vista social como científico.
    Gracias por un post tan sincero y que invita a la reflexión.

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    1. Gracias a ti por leerlo, comentarlo y por servirme de inspiración con tu magnífico blog, María José.

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  2. Me encanta Álvaro! Genial la reflexión! Me ha recordado a mis prácticas de postgrado en una escuela especial, y las sensaciones que tuve! :) un abrazo

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    1. Muchas gracias Miriam. Que alguien que también ha vivido la experiencia de un cole especial pueda llegar identificarse con el post me pone muy, muy contento. ¡Gracias por el comentario! Un abrazo.

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