Fisioterapia en la crisis

El síndrome del aceite tóxico, el síndrome tóxico o la enfermedad de la colza. Tres nombres para un solo acontecimiento que tuvo su inicio en la primavera del año 1981, y que supuso la mayor intoxicación sufrida en España. La enfermedad llegó a afectar a más de 20.000 personas 1 causando la muerte de dos mil personas, cinco mil según los afectados 3.

La travesía del síndrome tóxico en España se llevó a familiares cercanos, a vecinos. Los supervivientes que lograron salir adelante lo hicieron con calambres y malformaciones, como Caridad Carretero. Ocho años después, en 1989, ya era ex señora de la limpieza cuando declaraba al diario El País que "no podía ni cargar con una botella de butano". Se asfixiaba y le dolía el cuerpo cuando subía por las escaleras mientras su hijo de 17 años y su marido tenían calambres. A ella le salía "porquería por la boca cada mañana" 1

Efectos del aceite de colza. Paco Elvira.
Antonio Augusto vivía en León y era camionero. En 1989 tenía 43 años y, tras la enfermedad de la colza había sufrido dos embolias pulmonares, una trombosis cerebral, tenía el hígado enfermo y las piernas hinchadas. Por las mañanas se levantaba y en lugar de agarrar el volante de su camión, como algunos años antes, cogía una carpeta y se iba a atender a los afectados de la asociación.

http://vallisoletvm.blogspot.com.es/2010/10/el-drama-del-aceite-de-colza-en.html
Ésto son solamente algunos casos de los innumerables que se dieron a lo largo y ancho de nuestro país. La mayoría afectos eran de clase trabajadora, que en su mayoría vivían en zonas del centro de España. 
Hasta un año después de los primeros casos, las investigaciones no apuntaron a la que a la postre sería el origen de la enfermedad: el consumo de aceite de colza desnaturalizado con anilina. Este aceite, importado de Francia para uso industrial, fue distribuido por algunos aceiteros para el consumo humano, tras extraerle la anilina a alta temperatura. Este proceso daría lugar a la aparición de los tóxicos que causaron la peor intoxicación conocida en la historia de España.
El aceite se vendió a la población en garrafas de plástico, de manera fraudulenta y a través de puestos de venta ambulante en diferentes lugares de España. 

"Todavía no entiendo cómo han sido seres humanos quienes nos han hecho esto" se lamentaba Caridad Carretero. 


La enfermedad tenía un periodo de latencia de diez días y tres fases clínicas. La primera caracterizada por una fase aguda de neumonía atípica. La fase intermedia les provocaba tromboembolismo, hipertensión pulmonar, calambres y fuertes dolores musculares. Y la tercera, daños en el hígado, esclerodermia y neuropatías.



Y sí, realmente lo fue. Una carta al director enviada a el periódico El País el 2 de marzo de 1982 titulada Fisioterapeuta y no enfermera así lo refleja. No he querido restarle ni una coma, por lo que no puedo por menos que transcribirla literal. Para mí, es un documento de un valor histórico muy importante.
Al pie de una fotografía aparecida en ese diario del 21 de febrero, en el reportaje dedicado a la intoxicación por el aceite de colza desnaturalizado, se dice: "Una enfermera ayuda a Beatriz en la realización de ejercicios que ayuden a sus debilitados músculos respiratorios". Concretamente deseamos aclarar a usted que la expresión errada de dicho texto se refiere a que el técnico asistencial que realiza los ejercicios de recuperación que se reflejan en la fotografía no es una enfermera, sino un/una fisioterapeuta
Esta enmienda o rectificación tal vez no hubiera sido realizado en este momento si ello no hubiera coincidido con el hecho de que, en fecha muy inmediata, el fisioterapeuta va a sonar en los medios de difusión
Los fisioterapeutas de todo el país (parte de ellos por solidaridad con los de la zona Centro, más afectados por las secuelas del tóxico) estamos a punto de entrar en grave conflicto con la Administración, y no, precisamente, por reivindicaciones económicas.
El conflicto tiene su raíz -su vieja raíz- en el exceso de pacientes en tratamiento de recuperación (incrementado ahora por los afectados de la colza) y la negativa de la Administración (INSALUD) a abrir la plantilla de titulares especializados en recuperación (fisioterapeutas, concretamente), que evitaría la masificación de los tratamientos y con ella las inevitables deficiencias en su aplicación./ Presidente de la Asociación Nacional de Fisioterapeutas.



Una de las primeras afectadas por el sídrome tóxico en Madrid
http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2001/05/05/546896.shtml

El aceite de colza y los grandes resultados de la actuación fisioterápica en la afectación neuromuscular, acabaron por saturar un modelo ya de por sí limitado.
Podéis encontrar la carta en el archivo de El País. Desgraciadamente, el artículo al que alude la carta está íntegro también en la hemeroteca, "Los niños que cambiaron la bicicleta por una silla de ruedas", pero no dispone de la foto a la que se alude en él.

"El fisioterapeuta va a sonar en los medios de difusión" afirmaba la carta. Y tanto que lo hizo. Porque pese a desconocer el mecanismo exacto de la intoxicación, lo que sí era evidente eran los buenos resultados de la fisioterapia 4.

Por ello la obligación para los afectados como M.C.P., protagonista de estas tremendas reflexiones de 1991, era (y seguía siendo diez años después, de cuando data el artículo) ir al fisioterapeuta.

Cuando le afectó la enfermedad era poco más que un esqueleto, relataba a El País. "Fui perdiendo peso hasta quedarme en 16 kilos. Algunos de mis familiares no me reconocían al verme. Yo era una cría, pero me daba cuenta de lo que pasaba alrededor. Mis piernas no me respondían como antes. Apenas podía moverme, aunque no llegué a estar en silla de ruedas. Los tres primeros meses estuve casi inmóvil en la cama. Cuando me levantaba para ir al servicio era con la ayuda de un auxiliar. No podía ducharme sola. La hora de comer era un calvario. Traían la comida, y cuando llegaba la hora de llevársela, yo aún no había empezado", relata M. C. P. "Yo me recuerdo muy triste, sola, a mi corta edad. Ahora se puede decir que no tuve infancia".

"Emocionalmente me encuentro mejor". Y ya no le daba vergüenza ir a la piscina. Pero para M. C. P. era imposible olvidarse del aceite de colza. Los calambres, dolores y la escasa musculatura -aún más en invierno que en verano- llamaban constantemente a su puerta.
Pero vivía con ello, procurando no recordar que no había remedio para ella. "No tengo cura. La indemnización sólo podía aliviar. Si tuviera el dinero en la mano, podría pagar a un masajista que me ayudara cuando siento calambres", declaraba.

Os dejo con el sobrecogedor testimonio de los padres de Jaime, la primera víctima de la crisis del aceite de colza.



A pesar de los más de 30 años, el padre de Jaime no olvida a su hijo. La fatiga, calambres, depresiones y enfermedades crónicas tampoco permiten olvidar a los que pasaron por el síndrome del aceite tóxico . 

Álvaro Hidalgo


 Referencias.


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